La
declaración del Impuesto sobre la renta de las personas físicas sigue
ofreciendo al contribuyente la posibilidad de que se marquen dos casillas, una
o ninguna. Parece de interés explorar las dimensiones de este ofrecimiento, ya
que, de extenderse la lógica que lo soporta, podrían las personas obligadas a
tributar manifestar su voluntad de que determinadas cantidades de sus impuestos
pudieran dedicarse o no a alguna de las partidas presupuestadas: Casa Real,
Defensa, Pago a Políticos…. Hasta el
momento es posible manifestarse de manera soberana, ya que vincula la acción al
Estado, sobre la aportación a la Iglesia
Católica o para Fines sociales. De
marcar ambas casillas el estado estará obligado a entregar a la Jerarquía de la
Iglesia Católica y a organizaciones de “beneficencia”, muchas de ellas
impulsadas por la propia Iglesia, la friolera de 1,4% del total del impuesto.
Con
datos de la campaña de 2014 es posible dimensionar el efecto económico en las
arcas del Estado. Según fuentes de la propia Iglesia, recogidas del portal http://www.portantos.es/,
se presentaron, hasta junio de 2015,
7.291.771 declaraciones con la X de la Iglesia católica, mientras que en el
ejercicio anterior, de 2013, fueron 7.268.597 (un aumento de 23.174
declaraciones a favor de la Iglesia). Esta misma fuente añade que esté número
de declaraciones representó un tercio de
todas las presentadas y ello permitió recoger, por primera vez, a la Iglesia la
nada despreciable cantidad de 250 millones.
Con estos
datos es posible hacer alguna que otra cuenta. La cantidad total de
contribuyentes en 2014 fue de casi 22 millones. Si todas las declaraciones
mostraran un X en la casilla de la iglesia Católica esta recibiría más de 750
millones de euros y si todas las declaraciones estuvieran marcadas las dos
casillas la cantidad superaría los 1800 millones de euros, cifra por otro lado
muy cercana al recorte del gasto que recientemente el gobierno del PP ha tenido
que realizar al presupuesto impelido por Bruselas. ¿No sería mejor no recortar,
y que los fieles mantengan a sus iglesias con sus propios recursos? Esto es así en prácticamente todo el mundo y
de hecho fue así hasta que se instauró
esta “deformación” en época no muy lejana, con el concordato entre Iglesia y
Estado de 1851. Renovado por el dictador
Francisco Franco.
A 165 años
de aquel momento histórico el balance es
abrumador a favor de la jerarquía eclesial que, en este centenar largo de años,
ha recibido de todas las personas, creyentes o no, y por la fuerza que impone
el presupuesto del estado, inmensas fortunas. Estos recursos públicos,
aplicados a paliar las necesidades sociales de la población española, sin duda
hubieran permitido una situación más holgada en el bien estar de las familias
y, ¿por qué no contemplarlo?, haber evitado, en la parte que le toca, la gran confrontación civil, la muerte de un
millón de seres humanos y las atrocidades de una durísima dictadura padecida
por el pueblo.
Conviene que nadie se engañe, la casilla dedicada al sostenimiento de la Iglesia Católica, nada
tiene que ver con la obra social que ésta hace y canaliza a través de sus ONGs,
que de paso también reciben dineros públicos de quienes marcan la otra casilla dedicada a Fines sociales. Añadan a esto el
pago de nóminas de casi 60.000 profesores de religión, los multimillonarios
conciertos educativos a centros católicos y las ayudas a programas eclesiásticos,
la exención de pagar el impuesto IBI, de
todo su inabarcable patrimonio, y se concretará una cifra enorme. Multipliquen esa
cifra anual por 165 años y el resultado dará vértigo.
Artículo de Rafael Fenoy Rico