El sistema defensivo del Reino Nazarí se
sustentaba en el mantenimiento de sus fortalezas fronterizas, en ellas
descansaba la seguridad del reino, elevadas sobre emplazamientos estratégicos,
vigilaban los caminos de acceso al interior por donde se producían las razzias
cristianas.
En una de las fortalezas, pertenecientes
a la línea defensiva del Estrecho, se había recibido la noticia de la visita
del Visir, que tenía la intención de inspeccionar la frontera occidental del
reino y sus fortificaciones más importantes.
El Al-Qaid, de origen noble granadino,
sabía que el Visir, llamado Lisan al-Din Abu Allah Muhammad ibn al Jatib abd
Allah ibn Said in Abd Allah ibn Said bn Ali bn Ahmad al-Salmani al Garnati,
conocido como Ibn al-Jatib, era el polígrafo y el político más importante del
reino y su familia le guardaba veneración.
Además de conocer sus estudios como
poeta e historiador, tenía muy presente su faceta médica, sus teorías sobre la
peste en la Edad Media evitó que el reino de Granada no fuera tan castigado como los reinos cristianos,
porque al analizar la situación se dio cuenta que había que evitar los
contactos y aislar a los enfermos.
No era una visita cualquiera, así que
dos días atrás el al-Qaid se había entrevistado con su Naqib, capitán de su guardia,
para que en cada una de las torres albarranas que circundaba el recinto de la
fortaleza estuviera un Nazir, al mando de su unidad correspondiente, reforzando
la guardia del recinto.
Cada una de esas unidades estaba
compuesta por soldados procedentes de tribus diferentes del Magreb, como los
meriníes, tagianíes o aqaisíes, que además del arco, combatían con sables y con
su arma favorita, un venablo armado de varias cuchillas que disparaban al
enemigo con singular destreza, protegidos con el adarga de cuero, en vez de
escudo, hechas con piel de ante.
Las torres albarranas, generalizadas por
los almohades en las fortificaciones, ascendían a un total de catorce, que,
además de atalayas, servían para castigar y rechazar al enemigo, verdaderos
baluartes defensivos, superiores en tamaño y resistencia al resto de la muralla
principal. Con ellas se acodaba el recinto, proporcionando rincones en donde
pocos defensores podían detener a muchos atacantes.
La villa aledaña a la fortaleza no
paraba de crecer, los avances cristianos, la rebelión mudejar al otro lado de
la frontera, la reciente derrota del Salado, propiciaban una notable
emigración, que fijaban sus residencias en las zonas más cercanas a donde un
día tuvieron su hogar. Unido a ello, se contaba con el personal necesario,
albañiles, carpinteros y artesanos en general, asociados al continuo
mantenimiento de la fortificación militar.
El lienzo de murallas de la ladera
oriental, siempre afrontando derrumbes y reparaciones, tenía por delante, a
modo de falta barbacana, los restos de murallas antiguas. Durante esos días,
por orden del al-Qaid, la actividad en la ladera oriental de los albañiles fue
intensa, tan sólo cesaba el ruido de sus herramientas con la llamada del muecín
a la oración desde el minarete de la cercana mezquita.
Se preocupó de la limpieza del bellísimo
Aljibe almohade, ubicado en la parte central del patio de armas, aunque se
trataba de una actividad normalizada, no solamente para un hombre de la talla
del Visir, puesto que el suministro de agua era prioritario en una fortaleza de
carácter defensivo, además tenía la conciencia de tener una auténtica joya para
los propios habitantes del lugar, consideraba que merecía la pena la
conservación en buen estado de tan magnífico Aljibe.
La fortaleza contaba con dos torres, en
la zona sur el torreón central, donde se encontraba la vivienda del
al-Qaid, y en la zona norte, que dotaba
de una gran singularidad al recinto, se ubicaba la otra torre, que se había
dedicado a la residencia del jefe superior de los soldados magrebíes,
normalmente un caballero noble de la tribu de los meriníes, cercano a la corte
de Fez. Tras la derrota del Salado y las luchas numerosas luchas de sucesión en
la corte, perdieron el control de las partes meridionales de su territorio.
De tal forma se había preparado la Torre
de la zona norte para que pudiera descansar el Visir. No obstante, a pesar de
todos los preparativos, de la larga espera, Ibn al-Jatib no llegó a pisar el
recinto. Al conocer los motivos, el al-Qaid se lamentaba profundamente, ¡tenía
tantas cosas que transmitirle sobre la defensa de al fortaleza al notable
Visir!.
Ibn al-Jatib había sido también Visir de
Yusuf I, padre de actual sultán, Muhammad V, durante el tiempo de mayor
esplendor del Reino de Granada. El Visir no casaba con tantas construcciones de
Muhammad V, desatendiendo necesidades del reino. Le preocupaba la defensa del
estado, lo que le llevó a granjearse muchos enemigos.
A pesar de ello, era una de las personas
más notable conocidas, así que le informaron que su vida corría peligro, por
ello propuso una visita a la frontera occidental, como un viaje de inspección en la zona
cercano al Estrecho, era tan sólo un pretexto. Se dirigió a Gibraltar
directamente y atravesó enseguida el Estrecho por Ceuta, camino de Tremecén,
para ponerse bajo la protección de los meriníes.
Promovido por sus enemigos, que llevaron
las acusaciones hasta la corte de Fez, que lo consideraron persona non grata y
lo mandaron apresar. Tal era la ambición, que aún desde Saturno, Dios de la
Guerra, no saciarían tan fácil su sed, los enemigos de Ibn al-Jatib, a través
de contacto en la corte marroquí, lograron que entraran por la noche en su
celda unos esbirros enviados de Granada, que lo estragularon, de esa triste
forma fue asesinado uno de los andaluces más notables de todos los tiempos.
Y no sólo quedó en eso, al día siguiente
profanaron su tumba y achirraron su cuerpo, una de las mayores afrentas para un
musulmán, para que no pudiera alcanzar el paraíso. Los enemigos de Ibn
al-Jatib, en cierta manera promovido por
Ibn Zamrak, el hijo de un herrero que llegó ser ministro del Sultán y
uno de los mayores poetas del reino bajo la protección de su maestro, Ibn
al-Jatib, había sido traicionado por su discípulo.
Años más tarde, tras la muerte de
Muhammad V, los seguidores de Ibn al-Jatib y los propios enemigos que había
creado, tomarían como víctima al propio Ibn Zamrak, al que degollaría, lo mismo
que a todos sus hijos delante de su propia madre. De esa forma murieron los que
probablemente fueran conocido como dos grandes hombres de estados y dos de los
más grandes poetas de todo el período
andalusí en la península. Las paredes de la Alhambra están decoradas en yesería
con versos de estos dos grandes personajes de nuestra historia.