En mi análisis de los
principales riesgos que hemos de evitar los universitarios, tanto en la
articulación de los saberes de las diferentes titulaciones como en la
aplicación de los métodos e instrumentos pedagógicos, parto del supuesto,
reconocido por la historia y por la sociedad, de que esta institución es -debe
ser- el espacio privilegiado de la ciencia. Aunque es cierto que, en la actualidad,
esta tarea la comparte con otros organismos como, por ejemplo, las academias,
los consejos, los institutos y los ateneos científicos, hemos de reconocer que
la investigación, la enseñanza y la divulgación de los conocimientos
constituyen las razones de ser de toda la compleja organización universitaria.
Partiendo de este supuesto,
también hemos de aceptar que este afán científico ha de evitar la tentación del
'cientificismo', una postura extrema que no sólo afirma la aplicabilidad
universal del método y del enfoque científicos, sino que, además, excluye la
posibilidad de otras sendas metodológicas. Llamo 'cientifismo', por lo tanto, a
la imposición de los procedimientos inductivos característicos de las ciencias
naturales como la fuente exclusiva de los saberes auténticos sobre el hombre y
sobre la sociedad, es la defensa dogmática del método científico como el único
capaz de proporcionar los conocimientos verdaderos.
En mi opinión, coincidiendo con
las teorías de teóricos sociales como, por ejemplo, los historiadores, los
filósofos y los críticos culturales Max Weber, Jürgen Habermas y Max
Horkheimer, deberíamos evitar los posibles peligros de ese reduccionismo
excesivo en todos los campos del saber humano. Aún más explícita es la
escritora británica y feminista Sara Maitland cuando no duda en considerar al
'cientifismo' como un "mito tan pernicioso como cualquier otra clase de
fundamentalismo".
En mi opinión, deberíamos
reconocer -no sólo en teoría sino también en la organización de los planes de
estudio- que, además de los experimentos empíricos para alcanzar conclusiones
científicas, hemos de tener en cuenta los procedimientos que aplican las
ciencias humanas como, por ejemplo, la Filosofía, la Historia, la Lingüística,
la Psicología, la Ética, la Pedagogía, la Literatura, la Estética, el Derecho o
la Sociología, y cuyos principios, criterios y pautas epistemológicos y
hermenéuticos son válidos para orientar el pensamiento crítico, la imaginación
creadora y la sensibilidad emotiva. Hemos de reconocer que estas herramientas
son indispensables para describir y para mejorar los comportamientos humanos,
para proporcionar sentido a la vida y para favorecer la participación ciudadana
en la construcción de una sociedad más humana.
El día 3 de mayo celebra la
liturgia de la Iglesia la fiesta de la Invención de la Santa Cruz. La paz de
Constantino en 313 (S. IV), dio la oportunidad a los cristianos para buscar los
vestigios y las reliquias más queridas y se sintieron felices al encontrar el
leño sobre el cual el Hijo de Dios había consumado su Pasión. La emperatriz
Elena, madre del emperador Constantino, mandó hacer excavaciones en el Calvario
y halló las tres cruces: reconoció la de Cristo porque aplicada a una difunta
le devolvió la vida. Hallada, por fin, la Cruz de Cristo, la misma emperatriz
Elena quiso construir una basílica, que, en su vasto recinto reuniese el
sepulcro glorioso y la colina de la cruxifición y custodiase celosamente el
árbol de la salud, parte del cual llevó consigo a Roma, poniéndolo en la
basílica elevada sobre los cuerpos de Sesorio, y que el pueblo llamó de Santa
Cruz de Jerusalén.
A esta Vera Cruz como se llamaba
en España pertenecen todos los lignum
crucis que se veneran en la Iglesia. El trozo más grande se conserva en
Roma en la basílica llamada de la Santa Cruz de Jerusalén.
La Cruz de Cristo nos ha
merecido la redención, a la cual nos introduce el Bautismo, nos ha merecido el
Espíritu Santo que pone el sello a nuestra santificación, nos ha merecido la
gloria que cada uno recibirá después de haber participado en el sacrificio.
En la antigüedad, la Iglesia pedía para los ejércitos cristianos militantes bajo las insignias de la Cruz la victoria. En la vida espiritual, los cristianos debemos sostener una lucha continúa alentada y protegida por la virtud de la Santa Cruz.
Artículo de José Antonio Hernández Guerrero
Fuente: diariodecadiz.es