Estas son algunas de las caricaturas por las que me pagaron una pasta hace
ya un puñado de años. Nadie jamás se ofendió por ninguna de ellas ni se pidió
consentimiento alguno, pese a que un afamado comentarista de buceite.com,
bien por absoluta ignorancia o por un intento de manipulación al más puro
estilo de la casta, asegure que sin consentimiento se incurre en delito.
Curiosamente, la última caricatura, la peor a conciencia, pues empezaron
las rebajas, hacía referencia al entonces ministro de Trabajo y Asuntos
Sociales. Éste no se sintió para nada ofendido, sino que intentó que yo se la
regalase impresa para añadir a su colección, algo a lo no accedí.
Y hasta aquí las ofensas y no consentimientos. Ahora queda abierta la veda
a los anónimos que gustan de otras soplapolleces.
Artículo
de opinión de Gonzalo Polo