Hace dos meses (marzo 2016) el economista Jordan Brennan, de Unifor y el Centro Canadiense de Políticas Alternativas,
examinaba el aumento de la desigualdad de ingresos y la desaceleración del
crecimiento económico en los Estados Unidos*. Y relacionaba la variable salarios con el nivel de
sindicación. También establecía como las grandes corporaciones aumentaban en
influencia en relación inversa a la que perdían los sindicatos. Concluyendo que
era evidente el papel de los sindicatos en la economía de mercado como
elementos equilibradores de las ansias acaparadoras de las grandes
corporaciones mercantiles y financieras.
El analista utiliza datos de afiliación, se supone aportados por los propios sindicatos, para concretar la variación de la capacidad acaparadora de plusvalía de las corporaciones en función del índice de afiliación sindical de la clase obrera. Se requiere focalizar esta relación contemplando que cuando mayor es el nivel salarial se reduce el desempleo y a mayor número de trabajadoras y trabajadores es lógica una mayor afiliación a los sindicatos. De hecho en España desde 2007 hasta la fecha, y siguiendo fuentes de las denominadas centrales sindicales mayoritarias, se han perdido entre un 20 y un 40 por ciento de afiliación.
Por otro lado las grandes corporaciones en momentos de crisis económica, hacen lo imposible por mantener beneficios, no siempre vinculados con aumento de producción. Por ejemplo recomprando sus acciones (generando artificialmente aumento de sus valores), así sus ejecutivos ganan más, gracias a las stock options, repartiendo dividendos (ficticios). Otra vía utilizada son los pactos con los mayores sindicatos al objeto de establecer una “paz social”, dentro de la guerra de los EREs, para explotar más a la clase trabajadora. Para ello, y utilizando el mayor de los aparatos a su servicio (el Estado), “engrasan” mediante subvenciones el engranaje de estos mega sindicatos. En procesos de “reestructuración” laboral, se destruyen millones de puestos de trabajo sin que ninguno de estos grandes aparatos sindicales coordine una oposición eficaz a los mismos. Los datos que aporta este estudio referidos a EEUU son elocuentes: en 1935 la tasa de sindicación era del 8%, y el porcentaje de distribución de la riqueza en forma de salario era del 44%. En 1970 la tasa de sindicación subió al 30%, subiendo también al 54% la masa de riqueza que se repartía en forma de salario. Como en 1980 bajó la primera al 11% y también bajó la segunda al 41%, el autor pretende haber confirmado la tesis y concluye: “Queda claro, por tanto, que la mayor o menor cantidad de masa salarial guarda una relación directa con el poder de negociación de corporaciones y sindicatos.” Parecería concluyente para el autor la necesidad de los sindicatos para frenar el ansia “depredatoria” de las grandes corporaciones, sin advertir éste que esas grandes “empresas sindicales” son en realidad un apéndice de esas mismas corporaciones. ¿Quién negocia con quien?.
El analista utiliza datos de afiliación, se supone aportados por los propios sindicatos, para concretar la variación de la capacidad acaparadora de plusvalía de las corporaciones en función del índice de afiliación sindical de la clase obrera. Se requiere focalizar esta relación contemplando que cuando mayor es el nivel salarial se reduce el desempleo y a mayor número de trabajadoras y trabajadores es lógica una mayor afiliación a los sindicatos. De hecho en España desde 2007 hasta la fecha, y siguiendo fuentes de las denominadas centrales sindicales mayoritarias, se han perdido entre un 20 y un 40 por ciento de afiliación.
Por otro lado las grandes corporaciones en momentos de crisis económica, hacen lo imposible por mantener beneficios, no siempre vinculados con aumento de producción. Por ejemplo recomprando sus acciones (generando artificialmente aumento de sus valores), así sus ejecutivos ganan más, gracias a las stock options, repartiendo dividendos (ficticios). Otra vía utilizada son los pactos con los mayores sindicatos al objeto de establecer una “paz social”, dentro de la guerra de los EREs, para explotar más a la clase trabajadora. Para ello, y utilizando el mayor de los aparatos a su servicio (el Estado), “engrasan” mediante subvenciones el engranaje de estos mega sindicatos. En procesos de “reestructuración” laboral, se destruyen millones de puestos de trabajo sin que ninguno de estos grandes aparatos sindicales coordine una oposición eficaz a los mismos. Los datos que aporta este estudio referidos a EEUU son elocuentes: en 1935 la tasa de sindicación era del 8%, y el porcentaje de distribución de la riqueza en forma de salario era del 44%. En 1970 la tasa de sindicación subió al 30%, subiendo también al 54% la masa de riqueza que se repartía en forma de salario. Como en 1980 bajó la primera al 11% y también bajó la segunda al 41%, el autor pretende haber confirmado la tesis y concluye: “Queda claro, por tanto, que la mayor o menor cantidad de masa salarial guarda una relación directa con el poder de negociación de corporaciones y sindicatos.” Parecería concluyente para el autor la necesidad de los sindicatos para frenar el ansia “depredatoria” de las grandes corporaciones, sin advertir éste que esas grandes “empresas sindicales” son en realidad un apéndice de esas mismas corporaciones. ¿Quién negocia con quien?.
*http://www.levyinstitute.org/publications/rising-corporate-concentration-declining-trade-union-power-and-the-growing-income-gap
Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico