Las noticias publicadas hoy en Europa Sur no son noticias. Tampoco es cuestión de que 'si no hay noticias, deben ser buenas'. He estado involucrado en el festival, de alguna manera u otra, oficial y extraoficialmente, desde sus comienzos, y mientras pensaba que le habían asesinado el año pasado, me doy cuenta que este año no es ni más ni menos que el tiro de gracia. Créanme que de verdad espero equivocarme, y si lo hago, seré el primero en decirlo. (Ahora que lo pienso, tampoco pensé que se haría realidad antes de su primera edición y me alegro mucho de haberme equivocado.)
Pero ¿qué ha significado el festival para Jimena? Primero, transformó nuestra actitud hacia nuestro pueblo y hacia nosotros mismos: partiendo de una gran dosis de apatía, casi de la noche a la mañana -la última noche del primer festival, para ser exacto- comenzamos a creer de que había un futuro para el pueblo en el que nacimos, o el que elegimos para vivir.
Segundo, hace ocho años Jimena estaba en lo más alejado, geográfica y autoestimamente, de un alejado Campo de Gibraltar, que en sí había quedado abandonado por gobiernos centrales y autonómicos durante bastante más que medio siglo. Repentinamente, con mucho apoyo y sudor de los residentes, patrocinadores, medios de comunicación, partes interesadas y varias autoridades, teníamos un lugar en el mapa. Los tres primeros festivales fueron fantásticos, de éxitos casi increíbles. De hecho, el tercero, el de 2004, el que trajo a Paco de Lucía (quien se enteró que era Premio Príncipe de Asturias prácticamente antes de salir a escena en el campo de fútbol) fue una especie de apoteosis. Esos tres primeros festivales eran la envidia, literalmente, de todos los pueblos y ciudades del alrededor. Por ello, empezaron a ofrecer sus propios festivales y conciertos, en su mayoría gratuitos - eran, y son, más ricos que Jimena. Y así comenzó el declive del nuestro.
No es necesario entrar en una letanía de negativos. Es suficiente admitir que nuestra propia actitud hacia el festival fue cambiando: la mayoría de los voluntarios se habían cansado de los “abusos” (utilizo una cita real) por parte de su Corporación, y no solo porque estimaban que hacían mucho trabajo sin el suficiente agradecimiento; las empresas locales mermaron su apoyo por razones similares; y el público en general estaba harto de pagar precios exorbitantes por un concierto mediocre o que el aforo estuviera lleno de gratuitos (entre ellos, a veces, el que suscribe).
El anterior Alcalde, Ildefonso Gómez, que fue absolutamente fundamental en las primeras ediciones (y de quien cuento lo siguiente: se le vio en alguna ocasión, en algún concierto importante en otro sitio, esperando a las puertas traseras del teatro hasta altas y frías horas de la noche, para convencer al artista de turno que viniera a Jimena a un precio muy inferior al de su caché - no sé si lo consiguió, pero trabajar, trabajó duro), ha admitido públicamente que se había puesto demasiado alto el listón desde el comienzo y que era muy difícil mantener el nivel. El festival no tuvo más remedio que bajarlo. Otro, o el mismo, declive.
Y este año, el tiro de gracia. Pero espero equivocarme. Espero que no sea más que un bajón en el ciclo natural de los festivales. El problema es que lo quiero a este, al nuestro.
"Tiro de Gracia" al festival de Jimena ... por Alberto Bullrich
comentarios gestionados con
Disqus
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)