Paco Castillo fué maestro en Jimena en la década de los 70.
La parroquia San Mateo acogió ayer uno de los actos más emotivos en la vida de un clérigo, la ordenación sacerdotal. El obispo de Cádiz, Antonio Ceballos Atienza, presidió el acto por el cual fueron nombrados sacerdotes los diáconos Francisco Javier Castillo Marchante y Rober Mauricio Ávila Ávila. Ambos estuvieron acompañados por familiares y amigos.
En el caso de Castillo, sus hijas y nietos.
Francisco Javier Castillo, natural de Tarifa inicia su entrega a Dios a los 61 años. Su historia eclesial es cuanto menos curiosa, a la vez que emotiva. Es viudo desde hace dos años y tiene tres hijas y cuatro nietos. "Es un regalo del Señor ser sacerdote", apunta Castillo.
Ha sido profesor y director del colegio Adalides de Algeciras hasta que se jubiló. Ya era diácono permanente antes de su ordenación sacerdotal. "Con mis hijas he actuado de padrino de boda y a la vez de cura casándolas con mi sotana. Después he bautizado a mis nietos", añade con orgullo y emoción.
Antes de su ordenación, su labor pastoral la realizaba en el colegio Nuestra Señora de la Luz, en la barriada algecireña de Cortijo Vides, pero desconoce cual será su próximo destino como párroco. "Lo que el Señor quiera de mí estará bien. Esto es obra de Él y yo estoy muy emocionado", manifestó. Durante su preparación para enfrentarse a su labor en una parroquia, Francisco Javier Castillo ha asistido al seminario San Bartolomé de Cádiz durante tres años. Dos de ellos de actualización de estudios teológicos, conocimientos que poseía anteriormente y un año como residente. Precisamente, volvió a su casa de Algeciras el pasado jueves.