Panorama de la provincia en el quinto aniversario de la caída de Lehman Brothers, punto de partida de una crisis a la que no se le ve fin
En algún momento del verano de 2008 leía en una tumbona de la playa unas páginas salmón que me contaban una historia muy entrenida acerca de las tribulaciones de Fannie Mae y Freddie Mac, que no eran dos ratones de una serie de Cartoon Network, sino unas entidades semipúblicas norteamericanas, al estilo de nuestras cajas de ahorro, que obedecían el dictado de George Bush hijo por el cual cada estadounidense, fuera rico o pobre, podía tener una casa en propiedad. Freddie y Fannie - se decía en la sección económica que por entonces, al contario que ahora, nadie leía- habían montado una buena pajarraca dando hipotecas a menesterosos.
El lumpen compraba casas con el dinero de otros y, por supuesto, no las pagaba. Era por entonces difícil entender por qué Freddie y Mac llevaban esa política suicida de préstamos. En ningún momento pensé, agitando mi mojito, que Fannie y Freddie estuvieran llamadas a influir en mi vida ni en la de todos los bañistas que me rodeaban con sus conversaciones sobre nuevos coches, nuevas casas y nuevas televisiones de plasma, todo comprado a plazos.
Por entonces, yo daba vueltas a una oferta que me habían hecho por un caserón rehabilitado que compré antes de una burbuja que todavía no había estallado, aunque en cualquier charla de café salía el augurio de que esto tendría que estallar. Tendría que estallar, es cierto, pero nadie se lo tomaba en serio. Y había indicios. Porque no era posible que el Ayuntamiento de Jerez hubiera revisado meses antes el catastro y le hubiera dado a mi casa un valor de 500.000 euros, cuando yo la había comprado diez años antes por 120.000. Pero contando con que la oferta que había recibido de una inmobiliaria -hoy en quiebra- era de 700.000 euros cualquier cosa podía pasar. Al fin y al cabo, el precio medio del metro cuadrado en la provincia estaba en unos exorbitantes 2.900 euros. Ahora está en poco más de 1.500 que pocos están en disposición de pagar, como demuestra que se haya pasado de firmar 32.000 hipotecas en la provincia en 2008 a poco más de 18.000 en 2012.
Cinco años han pasado de aquel último verano de la inocencia en la que en la provincia de Cádiz trabajaban casi 450.000 personas y las oficinas de paro contabilizaban 99.000 personas demandando un empleo. Freddie y Fannie iban a obrar milagros con sus hipotecas basura. Por ejemplo, que mi casa en la actualidad no valga nada. Por ejemplo, con un hechizo mucho más dramático, que en la provincia, actualmente, sólo trabajen 340.700 personas y haya más de 200.000 parados. Freddie y Fannie, nuestra propia codicia y todo lo que supimos después sobre los que nos gobernaban, sobre los gurús de las finanzas, sobre los reguladores que no regulaban, nos cambiaron la vida. Los elementos que confluyen en esta gran estafa que oculta una multitud de cooperadores necesarios son muchísimos. Si queremos entender la burda prestidigitación financiera que nos ha llevado a esta situación es obligado leer Cleptopía, fabricantes de burbujas y vampiros, magnífica narración del periodista de Rolling Stone Matt Taibbi. Si lo que queremos es una explicación más doméstica de nuestros males el libro tiene que ser Todo lo que era sólido, de Muñoz Molina.
Pero vayamos a lo próximo. El 15 de septiembre de 2008 DiariodeCádiz titulaba en primera página "Lehman Brothers quiebra y causa un terremoto en el sector financiero". La cosa pintaba seria, pero tampoco para llevarnos las manos a la cabeza contando con que sólo afectaba a 66 fondos españoles. Parecía que unos cuantos ricos iban a perder algo de dinero. En fin, qué se le iba a hacer. Madonna actuaba en Sevilla y empezaba el curso escolar con 600 profesores de baja -el estrés posvacacional, ya se sabe-. Chaves, entonces presidente de la Junta -hoy señalado, pero no imputado, en el caso de los ERE fraudulentos-, abogaba por subir el sueldo a los profesores, los mismos que se han quedado el último año sin pagas extras y han visto reducido un sueldo entre un 5 y un 15%.
Por lo demás, la vida seguía. Ruibal, pregonero del carnaval, y Antonio Moreno, ex alcalde de San Fernando, volvía a las aulas. Un hecho verdaderamente desconcertante esto de que un político volviese a su actividad profesional. La UCA, mientras, nombraba doctores honoris causa a Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, patriarcas del sindicalismo moderno, que hoy se despeña con cotas de desconfianza nunca vistas.
Fueron pasando las semanas y, aunque el Gobierno de Zapatero lo negaba, empezaba a germinar un sentimiento extraño. Algo estaba pasando. Revisando datos estadísticos a princpios de 2009 observé un ligero incremento en las tasas de morosidad en la provincia, que se ponía por encima de los cinco puntos. Quedé a tomar un café con un viejo amigo con un altísimo cargo en una entidad de ahorros. Le pedí que me contara qué estaba pasando dentro. Me mostró su preocupación, aunque me afirmó, no sé si engañándome o engañándose, que la tormenta pasaría. Dijo que era cierto que preocupaban los datos de morosidad y que no le extrañaría que la tasa creciera en la provincia dos o tres puntos más. "En Cádiz siempre tenemos algún punto más de morosidad que el resto del país, pero no creo que llegue a alcanzar el 9%, como en la crisis de principios de los 90 cuando el crédito era tan caro". Lo era. Un 18%, rozando la usura. Sin embargo, en el inicio de la crisis el dinero era barato, demasiado barato, admitía el directivo, y muchos bancos -"nosotros no"- no habían medido bien los riesgos. Afortunadamente, decía mi amigo, "nosotros no nos hemos sobreexpuesto al ladrillo y tenemos la suerte de contar con un sistema financiero fuerte y muy controlado. El único problema es la confianza, los bancos no se prestan entre ellos a la espera de que escampe, que escampará". No escampó. Mi amigo perdió el puesto de trabajo -una prejubilación- en 2010 y la entidad de ahorros en la que trabajaba fue absorbida por orden gubernamental. Bueno, seamos exactos: la entidad de ahorros en la que trabajaba mi amigo ya no existe. El retrato de este tiempo puede verse en la multitud de oficinas bancarias cerradas y cajeros sellados. En la provincia hay un centenar de oficinas menos que hace cinco años.
La realidad era que la exposición al mercado del ladrillo de esa entidad, según se supo después, había sido tan suicida como los préstamos de Freddie y Mac. Si bien la mayor deuda estaba en promotoras que se habían atragantado de suelo gracias a planes urbanísticos inconscientemente expansivos y que hoy son papel mojado, lo cierto era que, pese a que lo negaron por activa y por pasiva, aquí también hubo hipotecas basura. Muchas de ellas fueron a parar a manos de inmigrantes, los primeros que notaron los zarandeos de la crisis. En 2008 llegaron a Cádiz 5.328 inmigrantes; en 2012 llegaron 2.000 menos. Por el contrario, en 2008 eran 21.000 gaditanos los que residían en el extranjero; ahora son 5.000 más. Un cambio de orientación del flujo migratorio que no ha hecho nada más que empezar.
Contradiciendo el vaticinio de aquel directivo, la morosidad bancaria en la provincia está por encima del 13% -aquel 9% de los años 90 es hoy una quimera- y el crédito está muerto. En la provincia, según el Banco de España, hay 4.000 millones de euros menos en créditos vivos que en 2008. Es una caída de un 15% y un 15% supone hablar de mucho dinero circulante menos. Esto se traduce en algunas cifras escalofriantes como las referidas al comercio minorista, asfixiado por la caída del consumo y por las deudas que no puede afrontar porque no cobra lo que a ellos les deben en una sádica pescadilla que se muerde la cola. Cuando Lehman Brothers hizo crac, en la provincia había 25.456 comercios. A partir de ahí, las barajas empezaron a caer. En la actualidad, hay casi 7.000 menos, 18.724, aunque, a cambio, contamos con más metros cuadrados de grandes superficies que nunca, 590.355, lo que tiene su explicación en que la multinacional Ikea desarrolló un proyecto en Jerez que se había ideado en tiempos de bonanza. Paradójicamente, Jerez, la ciudad con más paro de España, en una situación de quiebra técnica y con un ayuntamiento absolutamente ahogado, tiene un oasis de consumo, un canto a los viejos tiempos que se levanta junto a un esqueleto de hormigón, lo que iba a ser el flamante Palacio de Congresos que ya nunca será.
Si se exceptúa la exportación, que empuja con fuerza desde el Campo de Gibraltar y los datos finales del año turístico, que dicen que ha sido muy bueno -pese a que en estos cinco años las pernoctaciones han caído casi un 9%-, todos los indicadores son pésimos. El principal, el Índice de Actividad Económica, ha caído un 14%, según los datos que publica la Consejería de Economía de la Junta. Es decir, somos de media un 14% más pobres, aunque la caída de la renta per cápita sea más suave. Hemos pasado de 12.143 euros a 11.822 por habitante con una creciente desigualdad entre ricos y pobres. Es la renta per cápita más baja de España. Y no se genera riqueza. Si en 2008 se crearon 1.587 sociedades mercantiles, el pasado año no alcanzaron las 1.400. Es lo que algún listo del FMI llamaría crecimiento negativo.
Estos cinco años también han dado un giro a las curvas demográficas. La provincia ha perdido habitantes, casi 25.000, una verdadera sangría poblacional. La causa está en el cambio de dirección de los flujos migratorios, pero también en el desplome de la natalidad. En este curso que empieza se han matriculado en Infantil en los colegios de la provincia 1.600 niños menos que el año pasado. En Educación ya los llaman los niños de la crisis. No es extraño por tanto que los matrimonios en estos últimos cinco años hayan caído un 27% y, al mismo tiempo, haya menos separaciones: de 3.300 se ha pasado a 3.000 después de una década de incremento continuo. Separarse, casarse, tener hijos son lujos que no todo el mundo puede permitirse. Quedan lejos derroches como los 2.500 euros del cheque-bebé de los años de estipendio.
Aunque durante estos cinco años las estadísticas policiales no detectan un aumento de la delincuencia especialmente significativo, los juzgados se ven desbordados por oleadas de casos. La Fiscal Antidroga relataba en su memoria del 2011 el repunte del narcotráfico como un puntal de la creciente economía sumergida de la provincia. Y ahí están las sentencias. Han aumentado un 11% en estos años, si bien las que se llevan la palma son las del saturado juzgado de lo mercantil, que ha visto aumentar en un 154% los procesos concursales. Si a esto añadimos todos los procesos de desahucio emprendidos por los bancos, cuya actitud hizo que la sociedad española, tan dócil, reventara y dijera basta, tenemos el panorama de una justicia que también ha salido muy malparada en su imagen en esta crisis. Las vacaciones caribeñas de Carlos Dívar, presidente del Supremo, fueron sólo la guinda del pastel.
No sólo la Justicia. Han sido todos los servicios públicos los que se han deteriorado. Lujos como los ordenadores gratis a los niños desaparecieron. En Sanidad, donde ha habido una sangría de profesionales, el tiempo medio de espera para una consulta externa ha pasado de 37 días a 46. Y eso de lo que los políticos se llenan la boca, el I+D+i, también cae en picado. Los fondos para investigación de la Universidad de Cádiz han descendido un 66%, por lo que, de manera proporcional, el número de becas a la investigación ha pasado de 410 a 226. Otros servicios públicos, simplemente, han desaparecido. Ayuntamientos asfixiados como Jerez, Arcos o El Puerto han vendido la joya de la corona y han privatizado el agua.
Y siendo más pobres, todo es más caro. Suben los impuestos, sube la energía. El llamado déficit tarifario más el pago de la burbuja de las energías limpias han convertido los recibos de la luz en un galimatías por el cual, en realidad, sólo un 27% de lo que pagamos va propiamente a lo que consumimos. La crisis se estrenó en 2008 con la subida del precio de la potencia un 200%. Con el kilovatio más barato tenemos la electricidad más cara que nunca. Por su parte, la gasolina casi ha duplicado su precio en este lustro, de 85 a 145 céntimos el litro. La crisis es tiempo de oportunidades. Con nuestro empobrecimiento unos pocos están haciendo mucho dinero. Y todo esto lo han conseguido Freddie y Fannie, que no son ratones de Cartoon Network, sino los actores de la puesta en escena de un timo magistral que se fraguó en los mercados financieros y que alcanzó hasta el último rincón de una de las provincias más pobres de Europa.
Leido en Diario de Cádiz