El protocolo

"No hay por qué preocuparse: todo seguirá dentro de la mayor anormalidad.”

Como estamos en épocas de reducciones, la Familia Real también se ha reducido y ya no incluirá a las infantas Elena y Cristina. Hay que estrecharse y en la Casa de Borbón quedan menos habitaciones. La verdad es que algunos invitados abusaron de la hospitalidad, olvidando eso de que los huéspedes y la pesca al tercer día apestan. No solo se quedaron a vivir, sino a vivir a costa nuestra y eso se está acabando, aunque tarde en terminarse. En España solo habrá un principado, el de Asturias, y lo ostentará Leonor, mientras no haya más gente que entienda que ostentar no es lo mismo que detentar y se rebele contra el protocolo, que siempre trae cola.



Los eventuales problemas son de tratamiento y aún está por decidir el que le corresponde a don Juan Carlos. Gran trabajo para los acomodadores, que no tienen linternas y buscan en la penumbra una butaca vacía que no conviene que se ocupe, no vaya a ser que se siente en ella uno que se ha colado desde las localidades de general, saltándose las de preferencia. Ya no se lleva aquella absurda y larguísima estancia en el limbo, en las que intentaron hacernos creer aquellos hechiceros enlutados, y no sería justo condenar al dimisionario Rey a un limbo jurídico. Ha hecho muchas cosas bien y algunas muy mal, pero toda vida humana es un balance y al final estaba muy cansado. ¿Cómo no comprender eso? Yo, que soy mi propio súbdito, también experimento cierta fatiga y tengo diez años, menos cuatro días, más que él.

«O abdicaba ahora o tenía que esperar dos años», ha dicho. En opinión de don Pedro Sainz Rodríguez, «los Borbones son tardíos», o sea que maduran más despacio. Nos lo decía, a Conrado Blanco y a mí, en Estoril, comiendo un glorioso bacalao, tan unido como diverso, que es exactamente el plato que tendrá que cocinar don Felipe, una vez que se solucionen los asuntos de protocolo. Ojalá tenga suerte porque en los fogones hace un calor insoportable.