Realmente es una de las fotografías más bellas que he visto.
La hija coloca sus manos sobre las sienes del padre a modo de orejeras de las que se utilizan para los animales de carga a fin de que centren su atención en “tirar palante” y no se despisten en su caminar por la vida.
Serenidad, complicidad y risas en el munificiente padre que acepta gustoso la ocurrencia.
Fingida cara de sorpresa, orgullo filial, regocijo y jeribeque a la cámara por parte de ella.
Manuel Molina, que partió rumbo a la Sion de las almas, y Alba. Un padre y su hija.