Y vino la modernidad, y con ella los campos de tierra en peligro de extinción. Esos campos eran la representación del fútbol en estado puro, la esencia, las rayas mal pintadas, los agujeros en las redes de las porterías, los vestuarios que olían a culo y estaban llenos de barro, el golpeo de los tacos en las paredes para quitar el fango de tus botas dejaban unas adorables marcas circulares... eso era fútbol... el balón no botaba nunca bien en esos terrenos, las rodillas de los chavales que lo daban todo siempre ensangrentadas y ojo, no se te ocurra untar las botas con grasa de caballo el día antes del partido porque se te van a quedar blancas por la arenilla, gravilla o polvo. Cuando caías al suelo, tu cuerpo rebotaba contra el cemento, duro, como una piedra. Acudía a tu salvación el utillero, el entrenador o algún compañero con una garrafa blanca de "agua milagrosa". Te levantabas.
Hoy los campos son de un verde olor a plástico, adiós a los balones duros, todos los niños con buenas equipaciones, balones óptimos y con buenas botas ligeras de color rotulador... las duchas de agua fría son historia... somos ricos o no, y todo ha cambiado a mejor o no. Todo es perfecto y moderno, pero el precio que pagamos por la modernidad es la falta de pasión en tantas cosas... Buenos días.
Odio el fútbol moderno.
Lo suscribo totalmente.
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