En Gibraltar, llevan más tiempo votando más o menos democráticamente que en España. Quizá por eso sigamos sin perdonarles que quieran tener un paro ridículo, una renta por encima de la nuestra y un gobierno remoto que les da privilegios en lugar de quitarles las ganas de ser británicos.
Que tienen que aguantar una base militar de alto voltaje y submarinos de propulsión o carga nuclear, también va en el lote. También lo aguantamos al otro lado de la frontera, y los nuestros sólo nos dan disgustos.
Como el ministro García Margallo que hace la vida imposible a unos y a otros con sus colas en la frontera y su hostilidad hacia quienes buscan conquistar la soberanía del diálogo en lugar de la del siglo XVIII.
Gracias a la diplomacia española, Fabien Picardo ha recibido un tsunami de votos en las últimas elecciones gibraltareñas. De ahí mi artículo de "Público".
Fabian Picardo, otro gran éxito de García Margallo
Después de su intrépido e insólito papel como ministro de Asuntos Exteriores en las últimas elecciones de Cataluña, José Manuel García Margallo ha vuelto a apuntarse un tanto político de primer orden con la abrumadora victoria de Fabian Picardo en las elecciones de Gibraltar, celebradas este jueves. Probablemente sin el concurso de este formidable paladín del Santiago y cierra España, el ministro principal del Peñón, reelegido con un 70 por ciento de los sufragios, no habría tenido desde luego la misma suerte.
La obstinación de García Margallo en su hostilidad diplomática sobre Gibraltar ha vuelto a olvidar a la gente y ese valor intangible al que llamamos dignidad. Tal y como ocurriera con la política seguida por su maestro Fernando María de Castiella, el jefe de la diplomacia española en 1969 cuando el Gobierno de Francisco Franco decidió el cierre de la Verja. Una cosa es que practiquemos esgrima de salón en Naciones Unidas haciendo valer las incuestionables razones históricas de España en torno a la soberanía del Peñón y otra, muy distinta, que hagamos pagar ese pato a los transeúntes de la Verja, niños en edad escolar, jubilados que van a cobrar su paga, chachas o dependientas de comercio que deben abrir sus bolsos en la cola ante el Peñón y ante el escrutinio armado de los GRS de la Benemérita, por si en su interior guardaran lingotes de oro, cajas de tabaco o divisas de Luis Bárcenas. Muy distinto también resulta el albur de acabar con el contrabando de tabaco a gran escala y otra exigirle patriotismo al menudeo de los matuteros que intentan sobrevivir compravendiendo un puñado de cajetillas en una zona, la del Campo de Gibraltar y la de la provincia de Cádiz, estrangulada por el paro.
Un tsunami electoral.-
El periodo electoral de Gibraltar y España han dado en coincidir los últimos cuatro años. El 20 de noviembre de 2001 fue elegido Mariano Rajoy para ocupar La Moncloa y justo un mes después llegaba Fabian Picardo al número 6 de Convent Place, en el corazón de la Roca, sustituyendo a Peter Caruana, que había logrado sentar a los representantes del Peñón como una voz independiente de la del Reino Unido en el llamado Foro Tripartito de Córdoba, impulsado por Miguel Angel Moratinos cuando ocupaba el principal despacho del Palacio de Santa Cruz durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora, se invierten las tornas y los gibraltareños han visitado primero las urnas. En ellas, Gibraltar ha vuelto a ser Numancia y aunque el voto ha caído hasta ¡el 70 por ciento! del censo electoral, la victoria ha vuelto a corresponder a la coalición de social-laboristas y liberales que lidera Fabian Picardo. En la mañana del viernes, Paul Martínez, secretario de la gobernadora de Gibraltar, leyó los resultados: de los 23.278 gibraltareños con derecho a voto depositaron su papeleta 16.475 (623 de ellos por correo), lo que supone el 70,77% del total (frente al 82,52% de las elecciones de 2011). “La participación –dijo– es ligeramente inferior a lo que es habitual en Gibraltar, pero muchos países de Europa lo quisieran para sí”.
El diferencial de votos entre ambas formaciones ha sido de tal calibre que el nuevo ministro principal no sólo se ha tenido que exigir a sí mismo “humildad, humildad y humildad”, sino que ha calificado dicho recuento como “un tsunami”. Como puede comprobarse fácilmente si se compara el número de votos que, en esas elecciones de tradicionales listas abiertas, ha obtenido el último candidato de las siglas vencedoras, el veterano Joe Bossano, que fuera ministro principal a finales de los 80 y durante los 90, y el primen candidato de su oposición, Daniel Feetham. Bossano obtuvo 9.145 sufragios y ese oponente, 5.054. En resumen, un 68,44% de votos válidos a favor de los de Picardo y un 31,56% para Gibraltar Social Democrats, que no son necesariamente socialdemócratas, a pesar de su nombre.
El candidato más votado ha sido Fabián Picardo, de la coalición GSLP-Liberales (Gibraltar Socialist Labour Party- Gibraltar Liberal Party), con 10.852 votos, seguido por Joseph García con 10.661 y John Cortés con 10.529, de la misma coalición. Curiosamente, este último, un veterano ecologista local, fue también el principal blanco de las invectivas españolas durante la llamada crisis de los pescadores, que también tuvo una pizca de enfrentamiento político de laboratorio más allá de los problemas reales que acucian al sector de la pesca en la Bahía de Algeciras y en La Atunara mediterránea de La Línea.
Todos los cielos de España.-
¿Esperaría Margallo un resultado distinto? ¿Que los yanitos se rindieran ante el cierre del grifo de la frontera para buscar a otros candidato que se inclinara a las presiones de España? Mal debe andar el CNI si sus informes abundaran en dicha dirección. Aunque da la sensación de que nuestro actual canciller obedece más a sus instintos que a los análisis de nuestros servicios de inteligencia. Para él, Gibraltar es una cuestión de testosterona política, una pulsión pasional y genética, un muñeco del pim pam pum exterior con el que alejar, de tarde en tarde, el foco de la atención de nuestros enemigos interiores, como la corrupción, la austeridad, los recortes en materia de libertades y otras fruslerías.
Margallo acaba de publicar un libro titulado “Todos los cielos conducen a España”, que rompe un tanto su interés preferencial por escribir sobre el IVA y cuestiones similares. Durante la campaña de presentación de dicha obra, editada por Planeta y cuyos beneficios destina a Cáritas, el ministro fue entrevistado por el diario “El Mundo” y él insistía ahí en el viejo mantra del Gibraltar español: “Cuando era eurodiputado, un compañero inglés decía ‘London and Gibraltar’. Y yo decía: ‘Soy representante de España y del territorio ocupado de Gibraltar’.
Es legítimo asumir que dicho territorio fue español, aunque su soberanía fuera cedida por nuestro primer Borbón a la corona inglesa en el Tratado de Utrecht de 1713. Lo que cabe preguntarle a García Margallo es como va a lograrlo: ¿cerrando nuevamente la frontera si Gran Bretaña abandonase la Unión Europea, por ejemplo? Si fuera tan automático el reconocimiento de la pretensión española sobre la soberanía de la Roca y su retrocesión inmediata, haría ya mucho tiempo que la ONU hubiera forzado a dicho canje de banderas, a partir de las resoluciones que vienen dictándose desde mediados de los años 60 por parte de Naciones Unidas. ¿Qué es lo que falla? Que nadie concibe una nueva guerra entre ambos países por ese minúsculo enclave, por mucho que se considere una pieza clave en la geoestrategia del Estrecho. La única manera de que Gibraltar vuelva a ser español algún día es que sus habitantes quieran serlo. Y difícilmente ocurrirá semejante milagro si lo único que vienen recibiendo por parte de España son cajas destempladas, insultos, hostilidades de toda suerte y presiones que no llevan más que a un callejón sin salida. Si llevamos tres siglos pretendiendo Gibraltar y no lo hemos logrado, ¿no sería cuestión de revistar nuestras tácticas?
Un consenso español sobre Gibraltar.-
La última perla de nuestro Gobierno respecto al Peñón ha sido la de cerrar la sede del Instituto Cervantes de Gibraltar, que venía manteniendo un altísimo número de alumnos. ¿No considera García Margallo que aprender español sea una de las mejores formas por las que los gibraltareños desearan serlo? En su nuevo libro, conversa con José María Carrascal, un periodista que comparte a porfía su línea de pensamiento sobre el Peñón. A través de ese encuentro, García Margallo denuncia que hubo una “enorme permisividad” del Gobierno socialista con las autoridades británicas y gibraltareñas. Tal y como desmontó recientemente Moratinos durante una visita a la zona, lo único que hizo fue aplicar los acuerdos vigentes y buscar un foro adecuado para debatir y resolver los asuntos domésticos entre parte y parte, más allá de la sacrosanta soberanía.
Ahí, García Margallo anota en su propio marcador supuestos éxitos de su política respecto a Gibraltar, como el restablecimiento de controles en la frontera para acabar con el contrabando, se ha denunciado el régimen fiscal y se ha recuperado el respeto al medio ambiente. “Si Reino Unido se va de la Unión Europea, volveremos a hablar”, amenaza veladamente. ¿A que han conducido dichas directrices? Siguen existiendo vertidos ecológicos, la crisis pesquera se ha saldado con subvenciones, el régimen fiscal de Gibraltar cambió al menos un año antes de que el PP ganara las elecciones y el contrabando de tabaco sigue existiendo, tal y como denuncian los estanqueros, a pesar de que los controles en la frontera hayan provocado a veces hasta tres horas de demora en cruzarla, afectando en la mayor parte de los casos a gente normal y corriente que nada tiene que ver con los ilícitos.
García-Margallo recopila cartas cruzadas desde el aire con Miguel Arias Cañete, José María Aznar, Shlomo Ben-Ami, Carlos Espinosa de los Monteros, Jorge Fernández Díaz, Felipe González, Willy Meyer, Charles Powell, José Luis Rodríguez Zapatero, Javier Solana, Josep Piqué o José Ignacio Wert. En ellas, habla del mundo mundial, pero también sobre Cataluña y Gibraltar. Mariano Rajoy afirma en el prólogo del libro: “Ese sosiego de los aviones “permite calibrar la posición que corresponde a nuestro país, por magnitud, por potencial y por expectativas, en el seno de la comunidad internacional”. ¿Y esa posición no nos daría para algo más de serenidad, generosidad y mano izquierda con respecto a esos treinta mil vecinos al sur de Andalucía?
Todo parece indicar que, de volver al Gobierno de España, el PSOE recobrará su política de población respecto a Gibraltar. Sabemos que el Partido Popular se obstinará previsiblemente en lo contrario a pesar de que no va a volver al Congreso José Ignacio Landaluce, alcalde de Algeciras, que ha renunciado a la posibilidad de ir en las listas y renunciar a la alcaldía. El ha sido uno de los principales valedores de la política de García Margallo en la Cámara Baja. Desconocemos también el núcleo sustancial de la doctrina sobre Gibraltar que mantienen Podemos y Ciudadanos. En tal contexto, ¿no sería necesario acaso que los partidos españoles alcanzaran un consenso respecto a Gibraltar para que nuestra política sobre tan relevante asunto exterior no cambiase cada vez que cambian nuestros gobiernos? A poco que el dogmatismo, la demagogia y el patrioterismo nos lo impidan, creo que hay dos bases fundamentales para asentar dicho acuerdo, la de no cejar en la lucha diplomática por la soberanía pero intentando al mismo tiempo normalizar la vida de los habitantes del Campo de Gibraltar, a un lado y a otro de la frontera. Más de trescientas mil personas se encuentran hipotecadas, hoy por hoy, por los intereses de Estado. El Reino Unido ha mimado a los pobladores de Gibraltar. España dejó el último septiembre a 36.000 personas sin empleo en dicha comarca de la provincia de Cádiz. Sin más salida, por lo común, que la economía sumergida. El más mínimo sentido del patriotismo obligaría a facilitarles que al menos esos parados recuperasen la soberanía de la supervivencia con un trabajo tan digno y rutilante como la obstinación gibraltareña de García Margallo.
Juan José Tellez