PINTURAS (2) El entierro del señor de Orgaz... por Manuel Mata


Dicen los expertos que es la obra cumbre de mi padre. 
No estoy yo muy de acuerdo, y menos aún con que me situara en primerísimo plano señalando con el dedo al difunto: “Para que pases a la posteridad” me dijo como única justificación al manifestarle mi rechazo.
 La historia es la siguiente: Doscientos años después de la muerte de don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, hombre piadoso y benefactor de la parroquia de Santo Tomé, el cura encargó para presidir su capilla mortuoria un cuadro a pagar con las rentas cobradas a los vecinos. Y quien mejor que un pintor feligrés y parroquiano, que por entonces vivía, de alquiler, a pocos metros de allí: mi padre Dominico Theotocopuli, más conocido por El Greco. Tras un tira y afloja se acordó el módico precio de 1.200 ducados pagadero en varios plazos a cambio de que el artista aceptara las “recomendaciones pictóricas” de la autoridad eclesiástica en las que se fijaba de forma muy precisa la iconografía del lienzo, a saber:

 En la parte inferior (es decir la Tierra) se ha de pintar una procesión en la que san Agustín y san Esteban bajen del cielo para enterrar el cuerpo del caballero, (¡estamos locos o qué!) uno teniéndolo de la cabeza y el otro de los pies y fingiendo dolor y pesar a su alrededor mucha gente importante de la época.
 En la parte superior (es decir el Cielo) la vida feliz de los bienaventurados: Jesucristo glorioso, vestido de blanco, entronizado como juez de vivos y muertos. A ÉL se le ha dado la capacidad de juzgar a los hombres, y lo hace con misericordia como demuestra su rostro sereno y su mano derecha que manda al apóstol Pedro, portero del Paraíso, que abra las puertas para que pase el alma del conde difunto. 
Mi padre realiza este trabajo en plena madurez artística. Rigor arquitectónico y una unidad extraordinaria del conjunto a pesar de los dos partes en las que está dividido. Están presentes todos los elementos del lenguaje manierista a que fue tan dado: figuras alargadas, cuerpos vigorosos, colores brillantes y ácidos, escorzos inverosímiles y uso arbitrario de luces y sombras para marcar las distancias entre los diferentes planos. ¡ Vale… vale ¡ una obra maestra, pero sigo pensando: ¿y yo? ¿qué pinto en este entierro que ni me va ni me viene?
 Jorge Manuel Theotocopuli

Manuel Mata

14 de diciembre de 2015
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