La rendición de BredaSoy Edmundo de Orleans y usted, querido lector, me puede identificar a la izquierda de la escena: sombrero negro de fieltro, jubón a juego con calzones, arcabuz al hombro y mirada de asombro ante la ocurrencia del maestro de situarme en lugar preferente.
Permítame que le hable del cuadro:
Las dos figuras principales más parecen amigos dialogando que vencedor y vencido. Justino de Nassau, mi jefe, entrega las llaves de la ciudad al general genovés al servicio de Felipe IV Ambrosio de Spínola. La resistencia de nuestras tropas fue heroica y así lo reconocieron los españoles al permitirnos salir en orden militar y con nuestras banderas al frente cuando rendimos la ciudad tras duro asedio.
La serenidad y el profundo respeto por los personajes, tan típicos de las obras de Velázquez, aparecen también aquí. La dignidad del derrotado que se inclina sumisamente ante el vencedor tiene su réplica en la actitud complaciente de éste, que le sonríe cortésmente y le da una palmadita en la espalda. Velázquez huye de convencionalismos y el tema bélico nos lo muestra con exquisita sensibilidad: muerte y destrucción quedan sólo insinuadas por las humaredas del fondo. No hay generales victoriosos y soberbios, todo lo contrario, el vencedor hace gala de una virtud excepcional: la clemencia y la compasión hacia el vencido.
El insigne pintor sevillano nunca estuvo en Flandes, ni por tanto en la rendición de Breda, pero se permitió la licencia de incorporarse al lienzo como un caballero más. ¿Lo reconocen?
El cuadro es una excelente muestra del dominio de todos los recursos pictóricos por parte del autor: habilidad para introducir la atmósfera, la luz y el paisaje en sus lienzos, maestría retratística y conocimiento profundo de la perspectiva aérea.
Diré, finalmente, que aquella guerra, que duró casi treinta años, la ganamos los holandeses logrando que los españoles abandonasen para siempre nuestra tierra. Y yo viví para contarlo.
(Edmundo de Orleans)
Las dos figuras principales más parecen amigos dialogando que vencedor y vencido. Justino de Nassau, mi jefe, entrega las llaves de la ciudad al general genovés al servicio de Felipe IV Ambrosio de Spínola. La resistencia de nuestras tropas fue heroica y así lo reconocieron los españoles al permitirnos salir en orden militar y con nuestras banderas al frente cuando rendimos la ciudad tras duro asedio.
La serenidad y el profundo respeto por los personajes, tan típicos de las obras de Velázquez, aparecen también aquí. La dignidad del derrotado que se inclina sumisamente ante el vencedor tiene su réplica en la actitud complaciente de éste, que le sonríe cortésmente y le da una palmadita en la espalda. Velázquez huye de convencionalismos y el tema bélico nos lo muestra con exquisita sensibilidad: muerte y destrucción quedan sólo insinuadas por las humaredas del fondo. No hay generales victoriosos y soberbios, todo lo contrario, el vencedor hace gala de una virtud excepcional: la clemencia y la compasión hacia el vencido.
El insigne pintor sevillano nunca estuvo en Flandes, ni por tanto en la rendición de Breda, pero se permitió la licencia de incorporarse al lienzo como un caballero más. ¿Lo reconocen?
El cuadro es una excelente muestra del dominio de todos los recursos pictóricos por parte del autor: habilidad para introducir la atmósfera, la luz y el paisaje en sus lienzos, maestría retratística y conocimiento profundo de la perspectiva aérea.
Diré, finalmente, que aquella guerra, que duró casi treinta años, la ganamos los holandeses logrando que los españoles abandonasen para siempre nuestra tierra. Y yo viví para contarlo.
(Edmundo de Orleans)
Manuel Mata
