Cuando Paul llegó a Polinesía lo hizo huyendo de su pasado reciente, de su fracaso como hombre, como marido, como padre, incluso como pintor.
Yo entré a su servicio primero como recadera, después como sirvienta, más tarde como amante y finalmente como esposa. Tuvimos un hijo que murió antes de nacer. En sus momentos de lucidez me contaba que desde niño desarrolló un fuerte interés por el arte tomando clases de pintura, escultura y grabado; que trabajó con Pissarro, de su tormentosa relación con Van Gogh, que vivió en la penuria rechazado por una sociedad que antes le había abierto los brazos.
Viajó a la colonia francesa de La Martinica, donde entró en contacto con un paisaje repleto de sensual colorido y una sociedad -la indígena- en estrecha convivencia con la naturaleza lo que despertó en él una aguda nostalgia por lo primitivo. Desde 1891 hasta su muerte en 1903, permaneció largas temporadas en Tahití y las islas Marquesas, enfrentado a sus conflictos personales, a su enfermedad y a las autoridades locales por defender los derechos de los indígenas. Pero creo que fue la etapa más feliz de su
Yo soy la mujer de la izquierda y mi nombre es Pahura.
Sostengo un cuenco lleno de flores rojas y mi amiga un ramo de flor de mango. Ambas con la posición de las manos en actitud reverente propia de las portadoras de ofrendas, expresada por la cadencia de las líneas verticales y la suavidad de las curvas. Ocupamos el primer plano en una postura natural con un fondo abstracto sin motivos decorativos complementarios realzando así nuestras figuras. Sólo el fruto rojo reclama la atención aportando sensualidad a la escena.
Para muchos Paul Gauguin fue el mayor exponente del postimpresionismo -y del simbolismo- aunque no se le reconoció, como tantas veces ocurre, hasta después de su muerte.
Años después pintores de vanguardia como Picasso o Matisse buscaron la inspiración estudiando su obra extraña y novedosa para los europeos.
A mí me utilizó como modelo en numerosas ocasiones aunque la mayoría de las veces reutilizaba el lienzo volviendo a pintar sobre lo ya pintado. Éste se salvó y se conserva en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. P.D.
Les recomiendo la lectura de “El Paraíso en la otra esquina” de Mario Vargas Llosa que narra su vida aquí en los confines del mundo.
(Pahura)
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