Tiojimeno Recomienda: Entrevista a Raul del Pozo en Jot Down


Nació una noche de Navidad, como Cristo y Ava Gardner. Tiene los tres premios de periodismo más importantes de España (Mariano de Cavia, Francisco Cerecedo y González Ruano) y una perra. También el Premio Primavera de Novela por El reclamo. Puso apodo a un presidente, «Bambi», y a un barrio de Madrid, «Costa Fleming». En periodismo ha hecho casi de todo. Alistado como columnista en la tripulación de El Mundo, defiende la trinchera de Umbral donde a veces se pone el viejo traje de reportero. Y le sigue sentando bien. 

Entrevista : 


¿Qué has aprendido del periodismo en todos estos años?
El periodismo sigue siendo mi primer amor. Soy un adolescente, un mitómano. Cuando era un chaval iba al Café Colón para ver cómo las moscas subían por los dedos amarillos de César González Ruano y les decía a los chicos de alrededor con los que jugaba a los dados: «Por favor, no montéis bulla que está escribiendo su artículo el maestro».

¿Por qué la de periodista es la mejor profesión del mundo?
En su libro El escriba, Vázquez Montalbán dijo que el de escritor es el mejor oficio del mundo, igual que lo opina Gabo. Yo también creo que lo es. Para mí lo más importante será lo que aprenda ese día, escriba esa tarde y publique mañana. Hay gente que quiere ser bombero. Yo desde el principio quería ser periodista. Así éramos de gilipollas. Creíamos que el oficio era aún más bonito de lo que es. Primero empezabas a trabajar y luego muchos años después te daban el carné.

¿Qué aprendiste en aquellos años de formación?
Aprendí que el vellocino de oro del periodista es la noticia. Lo demás: contar nuestra gripe, el narcisismo, la autobiografía… son pajas mentales. Hay columnistas que hacen eso y yo lo hago también, pero la búsqueda de oro, la auténtica veta de la mina es la noticia. El columnismo condensa la ira del español sentado. De un predicador. Si la Revolución francesa hubiera tenido lugar en España hubiera sucedido en un café. Los tertulianos son cuchilleros de siglas de partido.

¿Aquel periodismo era mejor que el de ahora?

Aquellas redacciones eran mitológicas. Una mezcla de garito, de catacumba, de casino donde jugábamos al póquer hasta las seis de la mañana… Y allí conocí a los mitos de mi vida. Que te llamaran caballero en aquel ambiente era un insulto. En ellas he sido reportero, cronista de sucesos, corresponsal. Allí conocí a Tico Medina, un tipo que para entrevistar a Indira Ghandi se disfraza de mendigo y hace cola junto a los parias. AYale, que para hablar con Ironside se vale de una silla de ruedas. A Julio Camarero, que hace una entrevista aChessman en el corredor de la muerte… A Arturo Pérez-Reverte, a Vicente Talón, a Vicente Romero… En aquellos tiempos la fascinación era ir a las guerras. Yo siempre que empezaba una llegaba dos horas más tarde a trabajar para que no me mandaran. Me daban miedo.

¿Has cubierto alguna guerra?
Nunca he cubierto guerras, pero sí golpes de Estado. Una vez me invitaron a uno. El general Labanca me llamó y me dijo: «Vamos a tomar el poder pasado mañana. Necesito que escribas la crónica y le mandes un mensaje al general Perón». Estuve dos días acojonado en el hotel esperando a que su enviado personal me enviara noticias. Pero la única noticia que llegó de Tucumán es que la asonada había fracasado. Afortunadamente, claro. Luego otros escribían: «Anochece en Saigón mientras las bombas caen cerca de este corresponsal…». Pero el corresponsal estaba en Madrid, claro.

¿Cómo acaba un tipo de una aldea de Cuenca en la capital de la gloria?
Yo nací en un bombardeo, como dicen los de Madrid. Era una aldea de Cuenca en la que había una central eléctrica, cerca de la Ciudad Encantada. Mi familia era de carreteros, obreros, cazadores furtivos… Para mí poder ser periodista y salir de allí era como para un torero hacer una faena en Las Ventas y triunfar. Era el pasaporte a la gloria, el salvoconducto para salir de allí.

Raúl del Pozo para Jot Down 1


¿Cuál fue tu primer trabajo en el oficio?
Fue en Eurofoto con Gianni Ferrari. Umbral me dijo, así con su voz grave, que me iba a dar «Un abrigo, una amante y un trabajo», como decía Baudelaire. Las dos primeras cosas no me las dio, pero el trabajo sí. Trabajaba con paparazzi italianos legendarios como Gigi Corbeta o el propio Ferrari. Mi trabajo consistía en poner pies de foto. Era prensa del corazón y vendíamos reportajes a toda Europa. Recuerdo uno: la reinaFabiola abandona España y deja a sus perros abandonados, y la foto era la de los perros solos en el palacio.

¿Cómo diste el salto a Pueblo?
El primer reportaje que publiqué salió de una conversación con unos tipos de Cuenca que eran poceros y que nos contaron que había una plaga de ratas en el subsuelo de Madrid. Llamé a Pueblo, lo propuse y me metí en las alcantarillas con aquellos tipos y un fotógrafo cojo. Aquel reportaje salió en la portada con el titular: «Madrid, amenazado por 100.000 ratas». Eso fue como torear en Las Ventas. Aquel reportaje lo leyó el célebreJosé María García, Butanito, y me dijo que tenía que dejar aquel trabajo en Eurofoto e ingresar en Pueblo. Y lo hice.

En tu carrera has visitado decenas de países como enviado especial. ¿Qué experiencia te marcó más?
La ciudad nos hace libres, decían. En mi caso es verdad. Para mí París fue un electroshock, una lengua de fuego. Allí dejé de ser el hombre de Cro-magnon que era. Era sentarte en una mesa de un café y ver a Brigitte Bardoten el Círculo de la Rive Gauche, a Sartre en el Café Floré. Era la gente más bella del planeta, la modernidad, los apóstoles del mundo que estaba por llegar. Aquella época me marcó más que ninguna otra. Trabajaba allí haciendo Radiorama, un programa de Radio Nacional, y vivía en Montparnasse. Dormía en el suelo, en la habitación que tenía Julián Pacheco encima de La Candelaria, donde el pintor trabajaba de lavaplatos. En aquel garito tomaba calvados George Brassens, Paco Ibáñez enseñaba guitarra a Bardot y cantaba Violeta Parra. Aquel París me influyó más que cualquier libro.

¿Y tu peor experiencia?
Donde peor lo he pasado en mi vida fue en Barcelona. Viví allí antes de irme a París con Julián Pacheco, gran pintor y chulo de putas. Yo lo acompañaba como su guardaespaldas. Teníamos peleas con los yanquis de la Sexta Flota, ¡pero peleas de verdad! Ahora me pregunto cómo podía ser tan idiota. Nos pegábamos con las botellas partidas en el Panans.

Eras una de las pocas personas a las que Camilo José Cela apreció de verdad. ¿Cómo era en las distancias cortas?

Una vez le vi bailar fandangos. Cuando un patoso le preguntó si aún follaba, respondió: «¡Soy académico de la lengua!». Le acompañaba cada verano a bautizar burros a Rute, donde según él se le apareció Cristo fumando Ducados. Lo adoré como lo que era: obispo de Iria Flavia. Camilo me quería mucho, no se por qué. Me llamaba a media tarde para que fuera a su casa a tomar el té y yo acudía a sus órdenes. Cuando tenía una tarde lúcida, intimista y simpática era mejor que leerle. Es el último gran clásico. Los escritores están una temporada en el purgatorio pero luego vuelven. Y Camilo volverá.

¿Cómo era irte de farra con Paco Rabal?
Una vez me dijo Paco Rabal, después de varios días seguidos de fiesta, que había un hotel en Roma donde pulsabas el número dos en el teléfono y subía una tía para chupártela. Le dije que eso no podía ser verdad. Pillamos los pasaportes y nos presentamos en Barajas para coger el siguiente avión. Cuando llegamos a aquel hotel de Roma pulsó el dos y subió una tía a chupársela.

Has tenido a muchos directores en tu carrera. Entre todos destaca un nombre: Emilio Romero, timonel dePueblo.

Emilio Romero era el mejor de su tiempo. Llegaba rodeado de guardaespaldas. Un lobo de mar del periodismo. Fuimos pocos a su entierro. Y él había hecho famosos a toreros, futbolistas, cantaores, actores… fabricó mitos. Fue algo muy ingrato, pero él era el ninot del franquismo al que había que quemar. No lo indultó la democracia. Enseñó a tres generaciones de reporteros. Fue un hombre del régimen pero supo burlar la censura y rasgó las listas negras que le pasaba el almirante Carrero Blanco. Dice José María García que en los tiempos en los que mandaba la censura, cuando las galeradas tenían que ir de madrugada al Ministerio de Información, en esa redacción estaban los mejores periodistas de los frentes de guerra y de la actualidad, Pueblo era un periódico del régimen y de los sindicatos verticales, pero tuvo el acierto de conectar con la sensibilidad de entonces. De allí salió desde Cebrián hasta Arturo Pérez-Reverte. Era «A mí la Legión», una escuela de periodistas. Manolo Alcalá, por ejemplo, apenas sabía escribir y era un reportero legendario. Era un medio de la dictadura, pero abierto al mundo que llegaba: el rock, la moda, el arte, la poesía moderna…



¿Quién es Pedro J. Ramírez?
Junto a Emilio Romero, Pedro J. es el mejor director que he tenido. Su mérito es haber entrado en un lugar inexplorado como eran las cloacas del Estado en los años noventa. El Mundo ha sido capaz de tumbar a un presidente. Ahora no tira a otro porque no quiere irse, pero ha quedado bien claro que ha mentido. Antes decían que era el diario de la derecha. ¿Qué pueden decir ahora? Ahora Pedro J. está más acorralado, pero con todas las contradicciones que pueda tener él y su periódico, ha servido muchas raciones de vellocino de oro, que no es otra cosa que la noticia. Ha desvelado la corrupción, el crimen de Estado, la financiación de los partidos… Ahora sigue vivo, tan vivo como el primer día. A este solo lo sacarán de un periódico el día que se muera, metido en una camisa de pino.



Una de la quejas del periodismo actual es la censura. ¿Cómo era la censura que tú conociste?

La censura es la muerte de la inteligencia. Pero las obras más importantes de la literatura española se escribieron bajo la Inquisición. En España siempre se ha perseguido a los escritores. A Quevedo lo encerraron en la Torre de San Abad, Cervantes murió en Madrid como un perro. Se le vio unos días antes por la calle Huertas, hundido, como un sintecho. Mataron a Lorca y también acabaron con Miguel Hernández. La censura en la época de Franco, que es la que yo conocí, era espantosa. Se hacía periodismo en Barajas, en los hospitales y en las casas de socorro. En política no. Ahí no podías meterte. Era repugnante. Pero había grandes expertos en sortearla.


¿Qué tenían los periodistas de antes que no tenemos los de ahora?

Los periodistas de antes no eran mejores. Estaban menos formados pero tenían una visión romántica del periodismo que se ha perdido. Estuve unos años haciendo crónica parlamentaria. A todos mis compañeros les sorprendía que Zapatero se parara conmigo y no con ellos. Lo único que hacía es acercarme a él con un bloc de notas y le decía: «Buenos días, presidente». Es así de fácil. No quiero presumir de nada, pero el periodismo sigue siendo eso, parar a alguien en un pasillo, preguntarle y apuntar lo que dice. Hay canuteros que ponen la grabadora y están pensando en salir cuanto antes a tomar cañas. Los becarios de antes querían ser grandes reporteros. Hoy solo quieren ser columnistas, españoles sentados y cabreados con un folio en blanco para predicar y dar la doctrina de los partidos. Entiendo al que quiere ser presentador o presentadora de Telediario, porque esos se hacen famosos y follan más, pero los que quieren ser tertulianos…

¿Un periodista para ser bueno debe ser buena persona?
No me gusta esa frase. He conocido a magníficos periodistas que eran auténticos hijos de puta. Ahora hay muchos que quieren arreglar el mundo. Y eso del contrapoder es una gilipollez. Lo que sí hay que hacer es contar lo que pasa, limpiar los cristales para que la gente vea lo que pasa en palacio. Somos limpiacristales de la libertad.



Háblame de tus columnas sobre el caso Bárcenas. ¿Cómo conseguiste esa información?

Bárcenas habló con cuatro periodistas de otros medios, pero hasta que no habló conmigo y con Pedro J. no quiso que nada se publicara. Tiene que ver con la credibilidad. Otros podrían haberlo contado, pero pocos les habrían creído. Pero cuando lo publicó ese acorazado que es el diario El Mundo, entonces… Yo para escribir de Bárcenas tuve que usar trucos: me inventé la «garganta de seda», que existía con otro nombre, nada menos que Rosalía, la mujer de Bárcenas, a la que yo conocí haciendo reporterismo hace veinte años. Después recurrí al «tercer hombre», que también existe pero que no puedo decir quién es, mi gran filtrador. Luego hablé con Bárcenas y después llegó Pedro J. y pegó el zambombazo con «Cuatro horas con Bárcenas», que ya es un artículo histórico.



¿Por qué la sociedad española entendió pronto que todas esas revelaciones sobre Bárcenas eran ciertas?
En España nadie ha dudado de que hubo dinero negro durante décadas. Durante la dictadura los partidos clandestinos contaban con dinero de Rusia, de Gadafi o de Argentina. La costumbre de repartir maletines está enraizada en la política española y es algo difícil de cambiar. Aquí hay dinero negro en todas partes. En cualquier país a un partido democrático lo pillan con dinero negro y está muerto. Aquí no ha caído porque el PP se esconde en su mayoría. Si Rajoy resiste a eso su figura alcanzará proporciones legendarias. ¡Puede salir hasta reforzado!

¿Por qué nadie levanta un teléfono antes de escribir una columna? ¿Por qué todo se basa en la prosa y en la opinión? ¿No hay nada nuevo que aportar?

En España no existe el columnismo de investigación, sino el literario y costumbrista, pero cuando hay una noticia sí que levanto el teléfono y me convierto en un reportero. Cuando me dijo «garganta de seda»: «Si cae Luis Bárcenas, caerá Rajoy» fui el primero en publicarlo. Como dijo Ben Bradlee: «Cuando me encontré con el asunto del Watergate supe que era la historia de nuestras vidas». Es una exageración, claro, pero este caso tendrá consecuencias graves y es una gran historia periodística. Estuve picando unos días como un minero y al final encontré oro, porque al día siguiente de publicar la columna sobre «El tercer hombre» me llamaron cuatro televisiones y todo el mundo creyó lo que decía en ella.

¿No te parece increíble que tras la publicación de los papeles de Bárcenas Rajoy resista todavía?

Rajoy estuvo dos días muerto, como reconocieron ellos mismos, las cancillerías y los embajadores. Cuando El Mundo publicó los SMS y la nómina de Bárcenas, que probaba las mentiras del PP, el presidente estuvo cuarenta y ocho horas de cuerpo presente. Solo su resistencia y su gran mayoría le salvaron de la caída. Pero ojo, esta partida no ha terminado. Bárcenas grabó en los últimos meses a todo el mundo en pasillos, cafeterías y restaurantes. En esas grabaciones está la voz de algún ministro y Bárcenas puede usar esa información cuando le convenga. Además él ha dicho ya que quiere colaborar con la Justicia. Ya es tarde para el pacto. La información la tienen tres personas muy diferentes y está a buen recaudo.

Caso ERE, Bárcenas, Gürtel, Fabra… ¿Este país está condenado?
Por desgracia la mentira en España es gratis. No tenemos esa mentalidad calvinista o anglosajona por la que el que miente está jodido. España premia a los bandidos, a los delincuentes, a los pícaros. Me dicen los que saben que el déficit publicado no es real, que estamos cerca del 11%, lo que supondría una bancarrota, pero los datos están maquillados para no meter lo que nos costó el rescate bancario. Es la ruina. El paro es difícil que se recupere. Además no creo que se hunda el bipartidismo. Un viernes nadie va a votarles y el domingo en las elecciones todo dios vota a los de siempre. Y eso que creo que la gente ya ha descubierto que los partidos luchan más por sí mismos que por el ciudadano. Como las mafias. Pero el ciudadano tampoco es inocente: siguió votando a un partido que había usado los fondos reservados para enterrar a gente en cal viva. Ahora, según las encuestas, la gente va a seguir votando a otro partido vinculado a una trama de corrupción con millones de euros en Suiza y maletines de dinero negro. El pueblo también tiene responsabilidad en ese estúpido patriotismo de partido.

¿El PSOE de Rubalcaba será capaz de salir de su laberinto?
Saldrá. Todo eso de que el bipartidismo se está hundiendo es un cuento. Peor estaba el PSOE en los años noventa acusado de corrupción y crímenes de Estado y salió a flote. Lo del 15M era una amenaza para el sistema degradado, pero se dejaron infiltrar y cuando estaban en el Palacio de Invierno de San Jerónimo decidieron irse a los barrios, en una ingenuidad de anarcos naif que todo lo acordaban en asambleas repletas de topos, pero no de topos de Marx sino de los servicios secretos. Lo partidos turnistas y dinásticos sobreviven a pesar de su decadencia. Y creo que Rubalcaba es el dirigente más capaz y más inteligente del PSOE.

Hace muchos años fuiste un comunista convencido. ¿Qué queda de aquel Raúl del Pozo que creía en las utopías y leía L’Humanité?
Soy la síntesis de todas mis edades y contradicciones. Tuve mi época rosso. Como dijo Henry Levy, con la muerte del comunismo no va a nacer nada nuevo. Ahora está surgiendo un mundo viejo: el feudalismo del siglo XXI, democracia sin Estado de bienestar.

Raúl del Pozo para Jot Down 4


Eres tertuliano en televisión y lo has sido en la radio. ¿Crees que las tertulias han hecho un gran daño al periodismo?
Sí, le han hecho daño. El de tertuliano es un oficio muy español, como la zarzuela y la Guardia Civil. A mí las tertulias no me gustan. Voy a la de Susanna Griso porque es un arcángel de la información. No me quiero meter con los compañeros ni conmigo mismo, que hemos ganado mucho dinero gracias a ellas. Ahora no. Ahora vamos a predicar y no sacamos ni para el taxi. Pero mi verdadero oficio es escribir.


¿Cómo es ser periodista en un diario como El Mundo?

Ir en los años noventa a hacer información parlamentaria para El Mundo era escuchar cuchicheos a tu alrededor en el Congreso. Ahora también. A mí estuvieron a punto de lincharme en la puerta de la cárcel de Guadalajara cuando encerraron a Barrionuevo y Vera. Hijo de puta, fascista y traidor es lo más bonito que me dijeron.

¿Se mueren los periódicos o el periodismo?
Me di cuenta hace años de que el papel publicaba cosas que estaban muertas, mientras que la radio daba esas noticias en directo. La civilización del papel ha muerto. Ahora puedes ver en elmundo.es el gol de Iniestaminutos después de marcarse, el atentado de Irak o el discurso de Obama. Publicar eso veinticuatro horas después en el papel ya no tiene mucho sentido. Además la gente de menos de treinta y cinco años no compra un puto periódico. Pero eso no significa que sea el fin del periodismo, ni mucho menos. Solo es una transformación.


¿Qué aportan las redes sociales al periodismo?


Tienen mucho morbo. A veces te destrozan, pero si no tienes «odiadores» es que no eres nadie, aunque hay algunos que dan paseíllos en Twitter. Uno puede imaginarse cómo eran los paseíllos de la Guerra Civil leyendo en las redes sociales. He visto linchar estos últimos días a varias personas y he pensado: «¿Estos tipos son de nuestra misma raza?». Creo que los que más se meten con los periodistas también son periodistas.

¿Por qué la generación de la Transición se resiste a dejar el poder?


Porque los jóvenes no apretáis. Teníais que habernos echado a patadas. Es culpa vuestra. Lo que no entiendo es por qué los jóvenes se dejan avasallar.


¿Es el ego el peor cáncer de la profesión?

La vanidad y el narcisismo son la arteriosclerosis del periodismo. Es algo repugnante. Esta es una profesión donde el talento es sospechoso. Hay que ser discreto hasta con la imaginación.

¿Es noticia que Obama espíe a todo Cristo? ¿La noticia no sería que no lo hiciera?
No sé si el universo es un holograma, parecido a una infinita tarjeta de crédito, pero de lo que estoy seguro es de que es una gigantesca comisaría con las huellas digitales de todos. Me dice un viejo espía de la CIA que Madrid, como Cascais durante la Segunda Guerra Mundial, es un casino donde apuestan los agentes de todas las potencias. Se dio el caso de que, en el Hotel Meliá de Madrid, dos espías en habitaciones contiguas se estaban grabando sus propios polvos. También me han contado que Manning y Snowden son solo dos topos menores: «Unos merluzos a los que han pescado». El primero es un cabo y el segundo un subcontratado. No hay peces gordos, se tapará todo con la complicidad de los líderes europeos. Me han avisado: si tienes el ordenador conectado al móvil pueden grabar todos tus movimientos, conversaciones y correos. Todo eso de las llamadas a los embajadores es puro teatro. Los americanos y sus primos ingleses han entrado en las bases de datos de todos los servicios secretos y los demás han hecho lo mismo.


¿Existe el periodismo cultural?
No existe. Es mera propaganda de las editoriales. Y los peores son los críticos literarios, los guardianes del cementerio. No hay cosa peor que un crítico literario, un árbitro de fútbol y un enterrador.



Has escrito varias novelas negras, como Los reyes de la ciudad, No es elegante matar a una mujer descalza o Noche de tahúres. ¿Qué tiene la novela negra que tanto te gusta?

Cuenta la verdad oculta, que el poder es el asesinato, que los políticos y los gánsteres se parecen mucho. Es un género de izquierdas por lo que tiene de realismo sucio. Estoy contento de cómo me ha ido con la novela. No he sido un crack, pero todas se han vendido bien. Tampoco he escrito para vender o ganar dinero, sino como una forma de vida.



¿Es cierto que la noche de Madrid está en decadencia?


Madrid es mi patria, mi estilo, un turbión de palabras, se juntan todos los argots en Cibeles, que es nuestra Estatua de la Libertad. Dijo Borges que Madrid es una ciudad provinciana y la Gran Vía es más o menos un sainete. Sería entonces, hoy es una ciudad modernísima, abierta, neoyorquina. Han intentado hacer de el Foro la representación del mal, pero no podrán destruir ese mito universal. No sé si la noche de Madrid está en decadencia porque ya no salgo, pero me la he bebido entera y me la he jodido. Madrid ha sido y es la mejor ciudad del mundo. Salías a la una de la madrugada de casa y podías terminar acostado con un japonés muerto. Madrid era Sodoma, Gomorra, Babilonia, Berlín y San Francisco, todo mezclado.

Como antiguo jugador de ruleta, ¿qué te parece el proyecto Eurovegas para Madrid?
Me encanta que otra vez sea la ciudad más burlanga del mundo, como ya lo fue en el Barroco, cuando había más leoneras que iglesias y los pícaros pasaban el orinal a los jugadores para que no se tuvieran que levantar a orinar. Insisto en el tópico: la pasión del juego solo es comparable a la del amor. Fui ludópata, pero gracias a ello escribí Noche de tahúres.

El ABC ha intentado ficharte varias veces. ¿Te ves escribiendo en otro periódico que no sea El Mundo?
Cuando llegué a Madrid en los años sesenta soñé con poner el paño negro a una ruleta y escribir en ABC. Ninguno de esos sueños se hicieron realidad. Claro que me veo escribiendo en otro periódico que no sea El Mundo, el problema es si sobrevive la galaxia del papel. Soy galeote de una civilización y una travesía que se extingue.

 
Raúl del Pozo para Jot Down 5
Fotografía: Guadalupe de la Vallina

8 de enero de 2016
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