La verdad es que Michelangelo Merisi más conocido por la ciudad de la que era oriunda su familia -Caravaggio- se desenvolvía muy bien en ese ambiente de la pequeña delincuencia donde las artimañas, tretas y amenazas eran reglas básicas para subsistir.
Este cuadro forma parte de una serie que dedicó a escenas de género picaresco, que tuvieron gran éxito entre la clientela romana por lo ocurrente de las anécdotas y por la particular manera de enfocar a los personajes: vistos desde muy cerca y enmarcados en un espacio muy justo, sin otras referencias a contexto, logrando así que destacaran con viveza aislados de cualquier otro elemento.
Trabajó bajo la protección del cardenal Del Monte, y a una pintura magistral unió una vida intensa y polémica: fue un genio incomprendido, un loco violento, un hombre atormentado y perseguido por matar a otro durante una reyerta.
Caravaggio fue el enfant terrible de la pintura italiana barroca. Pocos autores han gritado tan fuerte con los pinceles su propio conflicto personal y aunque no haya dejado más que una cuarentena de pinturas, cada una de ellas revela una visión muy personal del arte, una lucha interior, un debate entre luz y oscuridad, y un espíritu innovador capaz de mezclar en una misma escena santidad divina y miseria humana.
Giuseppe Ferretti.
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