A ver, Pablo, Ada, Íñigo y demás. En lo sucesivo, además de las bases, vais a contar con la superficie, pues la superficie representamos un porcentaje de vuestro electorado tan determinante que, sin él, no llevaríais cerca de cuatro meses vacilando, pero nuestra opinión probablemente no coincida con la de las bases y esté —cuanto menos— dividida. Entiendo por superficie al espacio ocupado por ciudadanos tan abundantes como yo, que aún no hemos sido despedidos ni desahuciados, ni engañados por las preferentes y cuyos hijos todavía se mantienen con nuestros ingresos, sin que de momento haya hecho falta llevarlos a comedores de caridad, pero igualmente jodidos e indignados, explotados, reventados a impuestos y locos por ver a todos esos mierdas en el talego.
Esta superficie a la que hoy represento se las ve y se las desea para reconocerse en el espejo de los puntos principales de vuestro programa electoral; aún así os vota y, de todos los votos que recibís, éste voto nuestro, el de la superficie, es el que sin duda tiene más mérito y valor, porque está meditado y materializado a partir de los principios de la solidaridad y la justicia social, a sabiendas de que —personalmente— no vamos a resultar beneficiarios directos de vuestras políticas, al menos en un primer instante, pero nos importa más que se construya la casa desde los cimientos. Ya nos tocará a nosotros cuando lo primero se vaya arreglando. O no. Pero insisto: eso no importa ahora. Lo que sí importa es la ignorancia política de nuestra existencia por vuestra parte (yo que ustedes cuidaba mejor nuestro voto). Quizá el apoyo de las bases sea radicalmente necesario pero, tal como está la cosa, el de la superficie también va a empezar a serlo. Os lo digo porque, aunque parece que os la trae al pairo, unas nuevas elecciones puede que os dejen con menos escaños de los que tenéis ahora, precisamente por esa burguesa desidia democrática que acompaña a la superficie cuando el sistema se las pinta cual se las lleva cuatro meses pintando. Y si la superficie —hasta los huevos de los 4, aquí no se forma gobierno porque a ninguno os sale de los cojones— vuelve a su histórica abstención, os podéis llevar un palo como el que me llevé yo cuando, por ejemplo, vi a mi hasta entonces admirado Monedero tirando de las orejas en público a un compañero que no estaba haciendo lo que según él había que hacer. Cuidado a ver si vais a ser tan vulgares como los otros y va a resultar al final que los peores enemigos los tenéis en casa.
Volviendo al drama que nos ocupa, a lo mejor no hace falta que se repitan las elecciones. Lo mismo crean un grupito de wasap —Mariano, Pedro y el Otro—, deciden que ya está bien de seguir disimulando, certifican lo que todos sabemos y os vuelven a convertir en marea. Y encima les tenemos que dar las gracias por haber salvado a la patria del caos y la anarquía, y de haber evitado la posibilidad de otro levantamiento… Queda muy guay eso de dar el portazo y presumir de que “no nos vamos a vender”, pero no me pidas que te haga una lista de todo aquello en lo que os habéis vendido ya, que hoy es domingo y los domingos no se trabaja. El que juega a la política, o se vende a sus reglas del juego o acaba como JFK. Cierto es que hay formas y formas de venderse. No obstante, con el poco tiempo que lleváis ahí no os voy a juzgar. Lo único que está claro es que —tal como os advirtió Maquiavelo en la Biblia de la política, El Príncipe— el fin justifica los medios, y si la única forma que existe ahora mismo de participar en el gobierno es pactando con Pedro y el Otro, puede —como mal menor y provisional— que sea preferible esto a que se cree el grupo de wasap antes referido o se repitan las elecciones, porque en ambos casos el final va a ser el mismo: ellos a Moncloa y nosotros a la Venta El Nabo, que diría mi amigo Yuyu. Pero de cabeza. Cuidado, no vaya a ser que Podemos se convierta en Pudimos y el sueño acabe antes de despertar.
JUAN CARLOS ARAGÓN