Llegó,
una vez cerrada Celupal, el Grupo Alonso, SAM, desde tierras valencianas. Con
una fama precedida por condenas en sedes
judiciales. Vino de la mano de la Junta
de Andalucía, con una serie de millones “bajo el brazo”, subvencionada para, según
las hemerotecas, “crear puestos de trabajo”. Se habla de importantes cantidades, sobre 40
millones de euros. Los puestos de trabajo sobre 150. Y hay quien hace cuentas
saliendo el puesto de trabajo creado, aunque de las condiciones nada se habla,
a algo más de un cuarto de millón de euros. Si alguien hace números necesitaría
la Junta de Andalucía subvencionar con 1 millón de euros la creación de cada 4
puestos de trabajo. Con casi 40.000 desempleados en el Campo de Gibraltar la
cifra total sería diez mil millones de euros. ¿Barbaridad?. ¡Hay quien lo duda!
Añadida
a esta alocada carrera, por subvencionar al grupo valenciano, en 2012 se otean posibles efectos negativos en la economía de la zona, para otras
pequeñas empresas que venían dedicándose a la reparación y acondicionamiento de
contenedores, que es la actividad principal del Grupo SAM. Ya se aventuraba la
pérdida de 75 empleos directos y algunos cientos indirectos. Una posible jugada
no difícil de imaginar: Con los recursos procedentes de la subvención hunde los
precios, monopoliza el mercado y cuando interese, a vender y recoger
beneficios, dejando el “tejido” empresarial del sector totalmente esquilmado.
La
cosa no queda aquí ya que se relaciona a este grupo con vertidos tóxicos, en
denuncias presentadas por ecologías. Más aún cuando tienen la habilidad,
quienes la dirigen, de crear un gran malestar en la plantilla de trabajadores.
Desoyen las reclamaciones para adoptar las medidas de seguridad y se produce
hace un año un trágico accidente, que está sometido a investigación judicial,
ya que se presentó la oportuna denuncia. Y suma y sigue con el grupo SAM Alonso, que poco bueno
parece haber traído y si mucha zozobra e intranquilidad. Hay quien formula su
posible participación como accionista de la multinacional que explota la
terminal de contenedores semi-automatizada y que en cualquier momento la zona sufra un “Delphi
2”, similar al nefasto escándalo que sigue trayendo cola en la bahía de
Cádiz. Posibles negocios redondos ante
la más absoluta falta de control por quien da dineros de todas y todos a
empresas multimillonarias.
Rafael Fenoy Rico