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Foto: J.M.Contreras |
Observo en nuestras calles una proliferación de variopintas banderas en ventanas, balcones y mástiles.
Reconozco que nunca me subyugaron estos reclamos y sus liturgias.
Una simbología identitaria y excluyente que llama más a la exaltación que a la razón, que apela a una cierta endogamia, que marca diferencias con los otros, que delimita territorios -ideológicos y fronterizos- que abduce a los ingenuos, que resta libertad intelectual, y que llevó de modo ineluctable a muchos a morir en su nombre. No me seducen. No.
Bakunin decía “cuando triunfe la revolución anarquista, desaparecerán todas las banderas, incluida la nuestra”.
Estoy con él.
Manuel Mata